martes, 9 de enero de 2018

Un torrente de vida



Agosto de 2011, en Cambre (A Coruña), en la casa de Quique y Amparo. Creo que fue la última vez que estuvimos juntos, y en esta foto aparecemos María Luisa y yo con ellos dos, más sus hijas, el marido de una de ellas y un amigo. Lo pasamos muy bien charlando, comiendo y bebiendo, aunque cada cual tuviese ya sus limitaciones en materia de comer y beber. Por supuesto, hemos seguido manteniendo el contacto con la ayuda de estas tecnologías digitales, en las que Quique volcó todo su entusiasmo literario. De pronto,con el mazazo de su muerte prematura (siempre es prematura la muerte de alguien a quien quieres), esta foto se convierte en histórica, en el último testimonio gráfico de una amistad que se inició hace cuarenta y cinco años, cuando María Luisa y yo llegamos a A Coruña y fuimos a parar al piso que estaba justo al lado del suyo. Que se fue enriqueciendo a través de los años y que se mantuvo a pesar de la distancia, cuando nosotros nos volvimos a Andalucía hace ya cerca de treinta años.
Quique (Enrique Ramos Vázquez) era un torrente de vida. Derrochaba entusiasmo, alegría y buen humor y derrochando vitalidad, el torrente ha terminado desembocando en la mar, que es el morir, como diría el clásico. Ahora nos toca a los demás contener nuestro dolor para conservar viva su risa en nuestra memoria.




"...Y me iré caminando por las nubes,
sin temor a relámpagos y truenos,
que no muere el humano que descubre
el fantástico mundo de los sueños".

(Quique Ramos)