Era sirio, pero esta imagen impresionante sirve para ilustrar la crueldad de muchos comportamientos humanos |
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EL
PLUMILLA ERRANTE
Nuevo enfrentamiento
inútil en Palestina
José
A. Gaciño (El Diario Fénix, 27-10-15)
Vuelve, sigue, el
enfrentamiento desigual entre palestinos e israelíes. Empiece quien empiece, el
balance de cualquier escaramuza –sea cuando sea el momento del balance, a las
veinticuatro horas o a los tres meses– siempre arroja dos, tres, diez, cien
veces más víctimas palestinas que israelíes. La diferencia se va agrandando a
medida que pasan los días de pelea.
Llevan como
ochenta años de conflicto, desde que los palestinos empezaron a movilizarse
contra el dominio colonial británico –secuela del desmembramiento del imperio
otomano en la primera guerra mundial– y, de paso, contra la inmigración judía,
que se llevaba produciendo desde finales del siglo XIX, pero que, para entonces
(años treinta del siglo pasado), les empezaba a parecer preocupante, sobre todo
después de la británica Declaración Balfour, que contemplaba favorablemente la
creación de un hogar nacional judío en Palestina. Los judíos terminaron creando
su hogar nacional, tras una sucesión de acciones armadas (es decir, atentados
terroristas, en el lenguaje oficial de la potencia ocupante), que forzaron la
retirada de Reino Unido y desembocaron en la solución salomónica de Naciones
Unidas, repartiendo el territorio a partes iguales entre poblaciones
desiguales.
Los palestinos
rechazaron aquel reparto y emprendieron una amarga trayectoria de fracasos y
éxodo, mientras los judíos colonizadores aprovechaban la resolución de la ONU
para asentarse definitivamente en una tierra cuyos antepasados habían
considerado propia. Ya entonces, en 1948, aprovecharon el rechazo de los
palestinos para apropiarse de más superficie de la que les correspondía.
Iniciaban así el incumplimiento sistemático de todas las resoluciones de
Naciones Unidas que les afectan, con la excepción de la retirada de Gaza. Su
presencia en esa franja territorial fue sustituida por el cerco total, con muro
de separación incluido, que ha convertido ese territorio en el campo de
concentración más poblado de la historia.
Las continuas
frustraciones de todos y cada uno de los intentos de acuerdo entre israelíes y
palestinos, por la acción de los extremistas de uno u otro bando, han ido
deteriorando la situación hasta límites desesperantes. El movimiento de
resistencia palestino, de origen laico –en la línea de los nacionalismos árabes
naseristas y baasistas–, ha terminado generando una dura facción
fundamentalista, Hamas, que puede ser superada en cualquier momento –quizá ya
lo está siendo por la actual ofensiva de los cuchillos– por alguna rama del
Estado Islámico.
Y en Israel, que
nació de un proyecto utópico de socialismo autogestionario considerado en su
día blasfemo por los judíos religiosos (sólo el futuro mesías podría liberar
Jerusalén y recuperar la tierra prometida), crece el voto de la derecha y de
los partidos religiosos. Ante las revueltas de estos días, otro paso en la
escalada de la barbarie: ciudadanos israelíes que rematan a personas heridas
por la policía (incluido el caso del eritreo inmigrante confundido con un
palestino) o que bloquean el paso de las ambulancias para que no se atienda a
los heridos árabes.
Apenas
representados por una autoridad palestina frágil y limitada, los palestinos
luchan ahora por recuperar o mantener un territorio menor que el que les
ofrecía la ONU en 1948. Y con pocas esperanzas. La solidaridad del mundo árabe
y musulmán es más retórica que efectiva. Solos frente a un poderoso aparato de
guerra y represión (que cuenta con el apoyo de las potencias occidentales),
poco pueden con sus piedras o sus palos, con sus bombas caseras o sus misiles
rudimentarios, con sus cuchillos o sus vehículos improvisados como armas de
ataque.
Acalladas en uno y
otro bando las voces de quienes buscan el diálogo y la paz, asistimos al
enésimo enfrentamiento inútil entre quienes siguen empeñados en mantener el
odio y la violencia.