Edificio del Parlamento británico (Foto de Nuria Gaciño, Londres, septiembre de 2010) |
De esas cosas hablo en este artículo de El Diario Fénix:
http://www.eldiariofenix.com/?q=content/lecciones-de-habilidad-pol%C3%ADtica
Como el enlace parece que ha desaparecido (como desapareció el entrañable Diario Fénix), incluyo aquí el texto original, esperando que éste no desaparezca:
EL
PLUMILLA ERRANTE
Lecciones de habilidad
política
José
A. Gaciño (Diario Fénix, 26-2-16)
Cinco
días después de las elecciones generales en 2010, el conservador David Cameron
tomó posesión como primer ministro del Reino Unido. Y tardó tanto porque, al no
haber alcanzado mayoría absoluta, tuvo que negociar una coalición de gobierno
con el Partido Liberal Demócrata. En ese país, se forma el gobierno antes de
que se constituya el parlamento (doce días tardó en 2010), pero, en ambos
casos, los procedimientos son más ágiles que en España, donde la constitución
de Congreso y Senado se produce más de veinte días después del día de las elecciones
y la formación de gobierno, en el mejor de los casos (el de Rajoy en 2011, con
mayoría absoluta y cierta premura para tomar posesión antes de Navidad), se
retrasa más de un mes (32 días, en el caso citado). En las circunstancias
actuales, con una representación parlamentaria fragmentada, ya se está viendo
el panorama: más de dos meses para alcanzar un primer acuerdo (entre PSOE y
Ciudadanos) que, en principio, no garantiza la investidura y formación de
gobierno.
No
es este el único ejemplo en el que los británicos (o, al menos, su primer
ministro actual) demuestran una habilidad y agilidad política que algunos
podrían intentar imitar. El pasado fin de semana, Cameron arrancó de la cumbre
de jefes de estado y de gobierno de la Unión Europea unas nuevas condiciones de
relación de su país con el proyecto europeo perpetuamente inacabado. Con esas
nuevas condiciones va a defender la permanencia del Reino Unido en la UE en el
referéndum que va a convocar para junio.
Cualquier
parecido con situaciones semejantes en España es pura coincidencia, por
supuesto, pero lo mismo que se acusa a los independentistas catalanes de promover
un referéndum de independencia que en realidad sólo les interesa a ellos y no a
la mayoría de la ciudadanía, también se podría acusar a Cameron de promover un
referéndum que sólo le interesa a él para poner orden en su partido, inquieto
por los avances de los ultranacionalistas xenófobos.
Desde
luego en lo que no hay ninguna coincidencia, en cambio, es entre el comportamiento
de la cúpula europea, que se ha apresurado a hacer todas las concesiones posibles
e incluso alguna imposible para evitar la salida de los británicos, y el
comportamiento del gobierno de Rajoy, que ha venido limitándose a aplicar la
doctrina de que lo que no es legal no existe y al que le basta un recurso de
inconstitucionalidad para considerar resuelto un problema político (y que incluso
llegó a conceder facultades ejecutivas al Tribunal Constitucional para que el
gobierno no tenga que molestarse con problemas de aplicación de sentencias).
Mucho
podría haber aprendido Rajoy de Cameron, en materia de manejo de referendos,
pero lo más probable es que ya no tenga oportunidad. Precisamente ahora que
estamos en pleno proceso de negociación para formar gobierno (un proceso del
que sorprendentemente se ha desentendido el partido con mayor número de votos),
Cameron podría haberle ilustrado sobre como engatusar a un socio de gobierno con
el compromiso de someter a referéndum la reforma de la ley electoral y después
dejar al socio (el ya citado Partido Liberal Demócrata) solo ante el peligro con
su propuesta de reforma en un referéndum en 2011, mientras el socio principal
(Partido Conservador) hacía campaña en contra. Naturalmente, perdieron los
liberal-demócratas.
La
habilidad de Cameron con los referendos llegó a su esplendor en la consulta por
la independencia de Escocia en 2014. Aceptó audazmente el reto de los
nacionalistas escoceses, manejó los tiempos y la pregunta, echó toda la carne en
el asador (tanto sembrando el miedo como prometiendo mayores competencias) y ganó.
En aquella ocasión, insistían mucho en que, si Escocia se independizase del
Reino Unido, saldría automáticamente de la Unión Europea, una cosa que también
se le repetía en España a los catalanes (una advertencia innecesaria cuando lo
primero que hacía el gobierno central era negar la posibilidad de un referéndum).
Los ciudadanos escoceses –que figuran entre los más europeístas del Reino
Unido– contemplan ahora con estupor como corren el peligro de quedar fuera de la
UE precisamente por haber votado mayoritariamente a favor de la permanencia en
el Reino Unido.
En
paralelo, y como no cuentan con un poderoso centro de especulación financiera
como la City para hacer presión, los refugiados siguen vagando por los caminos
de Europa, sin que las sucesivas cumbres, consejos y reuniones varias sean
capaces de acordar la más mínima concesión de solidaridad. Definitivamente, las
comparaciones pueden ser odiosas. E indignantes.