viernes, 26 de febrero de 2016

Lecciones políticas en tiempo de pactos

Edificio del Parlamento británico
(Foto de Nuria Gaciño, Londres, septiembre de 2010)
Mientras deshojamos las margaritas de los pactos (el pacto firmado, los pactos rechazados, los pactos imposibles de quienes no saben o no quieren pactar...) y corremos hacia el abismo (para algunos) de la repetición de elecciones, podemos fijarnos en otros aspectos de la actividad política en nuestro entorno europeo, a ver si algunos aprenden algo. Ya se sabe que las comparaciones son odiosas y que las circunstancias nunca son las mismas, aunque haya algún parecido, pero la tentación es grande. El ejemplo del referéndum británico no tiene mucho que ver con este proceso de negociación en España, pero nos despierta referencias a algún referéndum fallido que todavía sigue levantando recelos y que algún grupo político ha sacado a relucir como una de las variadas líneas rojas con las que unos y otros se han dedicado a no negociar. 
De esas cosas hablo en este artículo de El Diario Fénix:

 http://www.eldiariofenix.com/?q=content/lecciones-de-habilidad-pol%C3%ADtica

Como el enlace parece que ha desaparecido (como desapareció el entrañable Diario Fénix), incluyo aquí el texto original, esperando que éste no desaparezca:

EL PLUMILLA ERRANTE
Lecciones de habilidad política

José A. Gaciño (Diario Fénix, 26-2-16)
Cinco días después de las elecciones generales en 2010, el conservador David Cameron tomó posesión como primer ministro del Reino Unido. Y tardó tanto porque, al no haber alcanzado mayoría absoluta, tuvo que negociar una coalición de gobierno con el Partido Liberal Demócrata. En ese país, se forma el gobierno antes de que se constituya el parlamento (doce días tardó en 2010), pero, en ambos casos, los procedimientos son más ágiles que en España, donde la constitución de Congreso y Senado se produce más de veinte días después del día de las elecciones y la formación de gobierno, en el mejor de los casos (el de Rajoy en 2011, con mayoría absoluta y cierta premura para tomar posesión antes de Navidad), se retrasa más de un mes (32 días, en el caso citado). En las circunstancias actuales, con una representación parlamentaria fragmentada, ya se está viendo el panorama: más de dos meses para alcanzar un primer acuerdo (entre PSOE y Ciudadanos) que, en principio, no garantiza la investidura y formación de gobierno.
No es este el único ejemplo en el que los británicos (o, al menos, su primer ministro actual) demuestran una habilidad y agilidad política que algunos podrían intentar imitar. El pasado fin de semana, Cameron arrancó de la cumbre de jefes de estado y de gobierno de la Unión Europea unas nuevas condiciones de relación de su país con el proyecto europeo perpetuamente inacabado. Con esas nuevas condiciones va a defender la permanencia del Reino Unido en la UE en el referéndum que va a convocar para junio.
Cualquier parecido con situaciones semejantes en España es pura coincidencia, por supuesto, pero lo mismo que se acusa a los independentistas catalanes de promover un referéndum de independencia que en realidad sólo les interesa a ellos y no a la mayoría de la ciudadanía, también se podría acusar a Cameron de promover un referéndum que sólo le interesa a él para poner orden en su partido, inquieto por los avances de los ultranacionalistas xenófobos.
Desde luego en lo que no hay ninguna coincidencia, en cambio, es entre el comportamiento de la cúpula europea, que se ha apresurado a hacer todas las concesiones posibles e incluso alguna imposible para evitar la salida de los británicos, y el comportamiento del gobierno de Rajoy, que ha venido limitándose a aplicar la doctrina de que lo que no es legal no existe y al que le basta un recurso de inconstitucionalidad para considerar resuelto un problema político (y que incluso llegó a conceder facultades ejecutivas al Tribunal Constitucional para que el gobierno no tenga que molestarse con problemas de aplicación de sentencias).
Mucho podría haber aprendido Rajoy de Cameron, en materia de manejo de referendos, pero lo más probable es que ya no tenga oportunidad. Precisamente ahora que estamos en pleno proceso de negociación para formar gobierno (un proceso del que sorprendentemente se ha desentendido el partido con mayor número de votos), Cameron podría haberle ilustrado sobre como engatusar a un socio de gobierno con el compromiso de someter a referéndum la reforma de la ley electoral y después dejar al socio (el ya citado Partido Liberal Demócrata) solo ante el peligro con su propuesta de reforma en un referéndum en 2011, mientras el socio principal (Partido Conservador) hacía campaña en contra. Naturalmente, perdieron los liberal-demócratas.  
La habilidad de Cameron con los referendos llegó a su esplendor en la consulta por la independencia de Escocia en 2014. Aceptó audazmente el reto de los nacionalistas escoceses, manejó los tiempos y la pregunta, echó toda la carne en el asador (tanto sembrando el miedo como prometiendo mayores competencias) y ganó. En aquella ocasión, insistían mucho en que, si Escocia se independizase del Reino Unido, saldría automáticamente de la Unión Europea, una cosa que también se le repetía en España a los catalanes (una advertencia innecesaria cuando lo primero que hacía el gobierno central era negar la posibilidad de un referéndum). Los ciudadanos escoceses –que figuran entre los más europeístas del Reino Unido– contemplan ahora con estupor como corren el peligro de quedar fuera de la UE precisamente por haber votado mayoritariamente a favor de la permanencia en el Reino Unido.
En paralelo, y como no cuentan con un poderoso centro de especulación financiera como la City para hacer presión, los refugiados siguen vagando por los caminos de Europa, sin que las sucesivas cumbres, consejos y reuniones varias sean capaces de acordar la más mínima concesión de solidaridad. Definitivamente, las comparaciones pueden ser odiosas. E indignantes. 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Campaña político-mediática contra la izquierda

Periodistas en la manifestación del Primero de Mayo de 2012, en Sevilla
Que en una protesta presuntamente laboral se le grite "rojo de mierda" al destinatario de la protesta puede ser ilustrativo de los nuevos modos que provoca la dinámica de cambio abierta por el nuevo intento de resucitar a la izquierda. Como si una parte de la policía (porque se trata de la policía municipal de Madrid y protestan contra la reducción de las unidades antidisturbios) recuperase el espíritu de las fuerzas represivas franquistas. Ya no son sólo los banqueros, los grandes empresarios y la derecha más militante los que muestran su inquietud (y su odio) hacia quienes pretenden establecer un cierto equilibrio social, limando las injusticias más sangrantes de un sistema económico basado en la desigualdad. Los medios de comunicación convencionales -los que cuentan con respaldo interesado que les permite sobrevivir en esta crisis de la precariedad- se alinean, por supuesto, con la maraña del poder establecido, del que esos medios también forman parte. Entre todos, han desplegado esa gran campaña político-mediática contra quienes vuelven a hablar de las viejas aspiraciones de la izquierda, olvidadas en gran medida por la izquierda integrada. Lo despliegan, entre otras cosas, para intentar que esa izquierda integrada no caiga en la tentación de volver a sus orígenes. 
Sobre esa campaña y sobre el poder manipulador de ciertos medios de comunicación trata este artículo publicado en El Diario Fénix:
http://www.eldiariofenix.com/?q=content/el-poder-de-la-manipulaci%C3%B3n-informativa

Parece que han desaparecido los enlaces de El Diario Fénix. Por eso, incorporo aquí el texto original del artículo al que hago mención.

EL PLUMILLA ERRANTE

El poder de la manipulación informativa

José A. Gaciño (El Diario Fénix, 16-2-16)

Muy bien debe de estar haciéndolo el gobierno municipal de Madrid cuando las grandes críticas a su gestión se refieren al vestuario de los reyes magos en la cabalgata de este año, a la retirada de una lápida relacionada con la guerra civil y a un desafortunado espectáculo de títeres, además de algunas actividades de algunos de sus miembros hace cuatro o cinco años, cuando ni siquiera pensaban en ser algún día concejales. Son casi las únicas referencias a la labor del Ayuntamiento de Madrid que trascienden al resto de la ciudadanía española a través de los medios de comunicación convencionales.
Quizá los ciudadanos madrileños tienen una información más completa y matizada en medios locales, aunque es posible que tampoco, a juzgar por lo que sucede en otras ciudades gobernadas por candidaturas similares. Por las referencias que conozco del tratamiento informativo que reciben los nuevos ayuntamientos de Cádiz o de Compostela –por ejemplo–, no es muy atrevido afirmar que estos nuevos gobiernos municipales desarrollan su trabajo en medio de un auténtico bloqueo informativo, salpicado de ataques continuos ante cualquier gesto, incluidos (o quizá sobre todo) los menos importantes. El contrapeso que pueden significar algunas publicaciones digitales, las redes sociales o el programa televisivo del Gran Wyoming no son suficientes para equilibrar su imagen ante la opinión pública.
Cuando el Ayuntamiento de Madrid anunció la creación de una web para puntualizar las informaciones que entendiese que no se ajustaban a los hechos o datos objetivos, se le acusó de querer limitar la libertad de expresión y de no admitir las críticas. Al Ayuntamiento de Cádiz se le ridiculizó cuando celebró una asamblea informativa en una plaza pública, para tratar de hacer llegar directamente a los ciudadanos los mensajes y noticias que los medios de comunicación convencionales ignoraban o tergiversaban.
Para completar el panorama y convencernos de la escasa independencia de los grandes medios informativos españoles, basta comprobar el gran despliegue mediático contra Podemos (el núcleo principal de gran parte de las candidaturas unitarias que gobiernan esos ayuntamientos “malditos”). En esa confusa mezcla de informaciones especulativas, declaraciones amenazadoras y editoriales esquizofrénicos (en los que se clama contra la corrupción mientras se piden pactos con los corruptos o se acusa a los socialistas de vendepatrias a la vez que se le pide que participe en un gobierno de unidad nacional) con la que nos entretienen a falta de un nuevo gobierno, casi todos coinciden en pintar a Podemos como la gran bestia negra del degradado panorama político español. Entre otras cosas, le acusan, curiosamente, de tratar de practicar la manipulación mediática, una práctica en la que todavía tiene mucho que aprender de quienes lo demonizan.
No es nuevo este comportamiento de los grandes poderes establecidos, de los que los medios de comunicación forman parte. En los primeros años de la transición, entre la aparición de nuevos medios progresistas y que los antiguos medios no sabían hasta dónde podía llegar la democracia, todavía se guardaban ciertos equilibrios. Poco a poco, a medida que se fueron comprobando las fuerzas de unos y otros, que alguna izquierda se fue acomodando a los vicios del poder y que los medios inicialmente progresistas o han desaparecido o se han acomodado igualmente a los mismos vicios, ha quedado claro de qué parte están los grandes medios de comunicación, que son los que siguen marcando la pauta a la opinión pública (sobre todo, la televisión), a pesar de lo que se puedan agitar las redes sociales.

El líder de Podemos habló un día de asaltar los cielos de la política. Alguien, algunos, muchos a poder ser, podrían pensar en pisar tierra firme y sentar las bases de una información libre y crítica.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Esperando el cadáver del enemigo

Tumba modernista en el cementerio de Lloret de Mar (Girona). Abril de 2012
Enredado en su propia pasividad, Mariano Rajoy aparece como el don Tancredo del ruedo político o como el paciente vengativo que espera ver pasar el cadáver de su enemigo, dicho sea en sentido metafórico (lo del cadáver, no lo del enemigo). Ni se ha molestado en buscarse apoyos para hacer valer su condición de candidato de la lista más votada, consciente quizá de que la interminable corrupción

que emana de sus filas le van convirtiendo a él y a su partido en apestados a quienes nadie se quiere acercar. 
Parece como si la última posibilidad que le quedase fuese que, entre las presiones europeas, las campañas mediáticas (todos contra Podemos, con El País en cabeza) y las maniobras internas del viejo aparato cainita del PSOE, lograsen lo que Rajoy es incapaz de alcanzar en unas negociaciones. Mientras, deshojaremos la margarita de los pactos imposibles y las esperanzas perdidas. Algo de eso se puede leer en este artículo publicado en El Diario Fénix: 
http://www.eldiariofenix.com/?q=content/esperando-el-cad%C3%A1ver-el-enemigo

A falta del enlace con El Diario Fénix, reproduzco el artículo en su formato original:

EL PLUMILLA ERRANTE

Esperando el cadáver del enemigo

José A. Gaciño (El Diario Fénix, 8-2-16)

La Comisión Europea –que tiene a cientos de miles de refugiados vagando por los caminos del continente o atrapados entre fronteras que creíamos superadas–está, sin embargo, preocupada por el futuro gobierno de España. Se toma con parsimonia un grave problema de asistencia humanitaria que puede poner en peligro algunos de los aspectos más destacados de la construcción de la unidad europea, como el de la libre circulación de personas por el espacio Schengen, pero se muestra impaciente ante los retrasos en la formación de nuevo gobierno en España. Ante los retrasos y ante su composición.
Sin llegar a los extremos del PP, que predice la ruina del país si sale adelante un gobierno de socialistas, radicales e independentistas, desde Bruselas insisten en la necesidad de un gobierno estable, que cumpla con sus obligaciones europeas, como insinuando que determinadas opciones que aspiran  a gobernar en España podrían no tener claras esas obligaciones. No deben de estar muy seguros de la cohesión europea en materia económica, a pesar de que, después de obligar a Grecia a renunciar a sus políticas de reactivación, parecía que estaba claro que nadie puede salirse del rumbo marcado hacia la desigualdad y que la satisfacción de las deudas es lo primero, sobre todo si quien recauda los intereses es un banco alemán.
La presión europea viene a unirse a las presiones que le llueven al líder socialista incluso, o sobre todo, desde sus propias filas. Casi desde la misma noche de las elecciones del pasado 20 de diciembre, los guardianes de las esencias del aparato del PSOE no han dejado de advertir a Pedro Sánchez sobre las malas compañías. Aparentemente de acuerdo con su postura de no apoyar a Rajoy ni por activa ni por pasiva, son muy alarmistas sobre posibles entendimientos con la izquierda radical de Podemos y totalmente reacios a que los independentistas apoyen su investidura, aunque sea por la vía de la abstención. Es decir, no le dejan apenas margen de maniobra. En resumen, queda claro que determinados barones feudales del PSOE –algunos de los cuales, curiosamente, han pactado con Podemos en su comunidad autónoma– no se fían de su secretario general.
En el exterior, no lo tiene más fácil. Las fuerzas emergentes (Podemos y Ciudadanos) se confiesan incompatibles entre si, lo cual complica las posibilidades de combinación para que salgan los números. La guerra de todos contra todos parece sugerir que ya ha empezado la nueva campaña electoral y que el objetivo de cada uno es echarle la culpa a los demás de la imposibilidad de formar gobierno. Particularmente cínica es la postura del PP, que, después de despreciar la oferta del rey para intentar la investidura, ahora mete prisa a Pedro Sánchez –que ha asumido con dignidad patriótica el marrón de fracasar en su investidura– para que se estrelle cuanto antes y empiecen a correr los plazos.
También le acusan de no querer dialogar con el partido más votado, como si ellos no se hubiesen cerrado por completo al diálogo mientras tuvieron mayoría absoluta, y como si su líder, en la semana siguiente a las elecciones, no se hubiese limitado a recibir en audiencia a los demás líderes políticos, en su despacho de presidente del gobierno, como para significar su preeminencia sobre el resto de simples candidatos (no es el único que utiliza un escenario institucional para sus negocios partidistas: Artur Mas y Susana Díaz hicieron lo mismo en su momento). Más que una apertura de negociaciones, parecía una parodia de la ronda de consultas que le corresponde al jefe del Estado.

Como en la viñeta de Peridis en El País, Rajoy ni se molesta en levantarse del catafalco para ver pasar el cadáver de su enemigo. Espera que las presiones europeas, mediáticas y del propio aparato socialista le hagan el trabajo, antes o después de unas nuevas elecciones. Ya veremos si queda Rajoy para entonces y entre quiénes se sortea la culpa de que sigan en el gobierno los campeones de la corrupción.