ENQUANTO HÁ FORÇA
Ultraliberales con las espaldas de funcionario bien cubiertas
Xosé A. Gaciño
Por lo
menos Mitt Romney, ese candidato a la presidencia de Estados Unidos que desprecia
a los que reciben ayuda pública, ha dedicado la mayor parte de su vida a sus
negocios privados. Tan convencido está de que la estructura del Estado debe ser
la mínima posible que ya procura acogerse a las tasas tributarias más bajas. De
hecho cotiza más al fisco su candidato a vicepresidente, que gana diez veces
menos que él.
Los ultraliberales españoles no llegan a esos niveles
de coherencia. Antes de lanzarse a la cruzada contra el tamaño del Estado y por
la privatización de los servicios públicos, procuran ganar una buena oposición
de registrador de la propiedad, abogada del Estado, inspector de Hacienda,
letrado de las Cortes o cualquier especialización de técnico superior en la
administración pública para tener las espaldas bien cubiertas. Que una cosa es
defender la capacidad de riesgo del emprendedor privado y otra muy diferente exponerse
a que un mal resultado electoral les obligue a buscar trabajo en el
desmantelado (por ellos) mercado laboral. Cierto que siempre hay una
multinacional dispuesta a agradecer servicios prestados o a aprovechar un buen
tráfico de influencias, pero nunca está de más contar con la seguridad del
Estado. Un Estado siempre es un Estado, por mucha prima de riesgo que encarezca
la deuda pública engordada por la deuda exterior privada.
Después de casi treinta años dedicada a la política
activa, la dimisión de Esperanza Aguirre de su último cargo, presidenta de la
Comunidad de Madrid, nos ha vuelto a descubrir que también ella tiene guardado su
puesto en la Administración Central del Estado. En efecto, su biografía en
Wikipedia recoge que ganó en 1976 unas oposiciones a técnico de Información y
Turismo del Estado (aún persistía la nomenclatura del ministerio de Fraga) y
que ejerció como alta funcionaria hasta 1983, en que comienza su carrera
política como concejala del Ayuntamiento
de Madrid. El resto ya es más conocido: ministra, presidenta del Senado y
presidenta de la Comunidad de Madrid, puestos desde los que ha demostrado su
imparcialidad corporativa, sobre todo en el último de ellos, en el que ha desplegado
una notable actividad privatizadora en los campos de la sanidad y de la
educación, además de criticar públicamente y con severidad a los funcionarios
que protestaban contra los recortes. No hay como un funcionario ultraliberal
para colocar lo público en el nivel más raquítico.
Por lo menos en Estados Unidos, las encuestas reflejan
que un 70 por ciento de los universitarios aspiran a montar su propia empresa.
En España, hace un ano sólo tenían semejante aspiración el 8 por ciento de los
estudiantes de Universidad. El último trabajo de este tipo, publicado en agosto
de este año, sitúa ese porcentaje en el 26 por ciento, lo que no se sabe si
interpretar como un cambio de mentalidad o como una consecuencia de los
tremebundos índices de paro juvenil. De la misma manera que el dato de que sólo
el 26 por ciento de los universitarios prefieren hacer unas oposiciones (cuando
una encuesta de hace dos años recogía que el 72 por ciento de españoles querían
ser funcionarios) puede ser consecuencia de que los recortes con los que se
pretende combatir la crisis han congelado las convocatorias de empleo público.
Una drástica manera de hacer proselitismo ultraliberal.
Como se ve, a golpe de crisis y austeridad, vamos acercándonos
al modelo norteamericano, ese que Obama –como otros presidentes demócratas–
pretendía corregir y mejorar, precisamente inspirándose en algunos aspectos del
modelo europeo. Puede que nos encontremos antes de lo que se pensaba, y no
precisamente porque Estados Unidos cambie más que nosotros.
De todas maneras, no creo que los ultraliberais españoles
renuncien fácilmente a la seguridad vitalicia de sus carreras de altos
funcionarios.
(Galicia Hoxe. 22-9-12)